Recuerdos Durmientes

El tianguis de Las Torres es el paraíso de las chacharas de Iztapalapa. Sucede a lo largo de muchas cuadras, son cientos de puestos en los que puedes encontrar pacas, refacciones de electrodomésticos, cables, autopartes, adornos, salas, tacos de tripa, suadero, longaniza, puestos de uñas, micheladas, lavabos, gorditas, tenis, gorras, albercas inflables, y la lista sigue. Todo se encuentra ahí de manera aleatoria, por lo que puedes caminar por kilómetros observando, comprando, escuchando y recibiendo dopamina en el cerebro, como en un infinito scroll por TikTok. Con una lógica similar, en el Internet existe un gran mercado de chácharas virtuales. Hay sitios como Thingiverse o Thangs en donde puedes pasar horas coleccionando objetos 3D modelados por alguien y listos para ser descargados y materializados. Puedes encontrar archivos para imprimir en 3D cosas como organizadores de cables, pinzas, cajas de almacenamiento, muñecos articulados, macetas, bolsas, rompecabezas, réplicas de estatuas, monedas, medallas, y más. En ambos espacios la búsqueda de lo bizarro y lo específico coexiste. Se ofertan objetos con historias ausentes, memorabilia y reliquias de lo que alguna vez fue.

Miguel Ángel incorpora objetos personales, con chácharas encontradas en el internet y en los tianguis, y los coloca en vitrinas personalizadas para su exhibición y resguardo. Aquí, todo convive en un mismo plano, perdiendo las jerarquías entre lo que es personal y lo que es ajeno. Aproximarse a estas vitrinas se vuelve una suerte de visita de estudio, en donde las categorías de lo material, el tiempo y la procedencia también se ven distorsionadas. Los objetos de origen digital son materializados en bronce y conviven con croquis expuestos como fotografías de un momento que quizás no pasó y reliquias de porcelana que le pertenecieron a quién sabe quién. La memoria material se vuelve un espacio de ficción y libre especulación, en donde la construcción de narrativas alrededor de los objetos encontrados se vuelve un acto del espectador. La falta de un hilo conductor, la ausencia de jerarquías, categorías y relaciones actúan como un espejo que confronta a uno mismo e invita a pensar en nuestros propios afectos alrededor de ellos.

¿Cómo cobra vida un objeto? ¿Qué hace que un objeto tenga importancia? Se puede transformar su valor por solo cambiarlos del escenario del tianguis a la galería del arte, o del mundo digital al mundo físico? En la transacción del mundo digital al físico, ¿que se gana y que se pierde? Un archivo que fue gratis ahora se presenta materializado con un valor que responde a un mercado especulativo. Asimismo, el tianguis y la galería son espacios en donde se especula sobre el valor de los objetos. ¿Son las lógicas en las que se insertan lo que dicta su valor?

Podemos entender los objetos como testigos de lo que quieren evocar, no sólo de la memoria del artista, sino de las lógicas en las que se insertan. Son una especie de reportaje material que reflexiona sobre la cultura del consumo en el plano público, personal, material y digital.

LOCAL1 es un bar de vino natural, residencia y espacio de arte, las ganancias generadas de las ventas en el bar se destinan a financiar el programa artístico.

Texto escrito por Julieta Gil



The Tianguis de Las Torres (fleamarket) is Iztapalapa’s paradise of small, inexpensive, and often trivial items, typically knick-knacks or collectibles. Stretching across many blocks, it consists of hundreds of stalls where you can find secondhand clothes, appliance parts, cables, auto parts, decorations, furniture, tripe tacos, beef, sausage, nail stands, micheladas, sinks, sneakers, caps, inflatable pools, and the list goes on. Everything is laid out randomly, allowing you to walk for kilometers while observing, shopping, listening, and recieving continuous hits of dopamine, much like an infinite scroll on TikTok. Similarly, the internet hosts a vast marketplace of virtual tchotchkes. Sites like Thingiverse or Thangs let you spend hours collecting 3D-modeled objects, ready to be downloaded and materialized. You can find files to 3D print items such as cable organizers, clips, storage boxes, articulated dolls, plant pots, bags, puzzles, statue replicas, coins, medals, and more. In both spaces, the search for the bizarre and the specific coexists. Objects with absent stories, memorabilia, and relics of what once was are offered up.

Miguel Ángel incorporates personal objects with tchotchkes found both online and in flea markets, placing them in custom-made vitrines for exhibition and preservation. Here, everything exists on the same plane, blurring the lines between personal and external. Approaching these vitrines feels like a studio visit, where categories of material, time, and origin are also distorted. Digital objects are materialized in bronze and coexist with sketches displayed like photographs of moments that perhaps never occurred, along with porcelain relics that once belonged to who knows whom. Material memory becomes a space for fiction and free speculation, where the viewer constructs narratives around the found objects. The lack of a guiding thread, and the absence of hierarchies, categories, or relationships, act like a mirror, confronting the viewer and inviting reflection on their own emotions toward these objects.

What brings an object to life? What gives it importance? Can its value be transformed simply by moving it from the flea market to the art gallery, or from the digital world to the physical one? In the transaction from digital to physical, what is gained and what is lost? A file that was free is now presented in material form with a value that responds to a speculative market. Similarly, both the flea market and the gallery are spaces where the value of objects is subject to speculation. Is it the logic of the context in which these objects are placed that dictates their value?

We can understand objects as witnesses of what they seek to evoke, not just memories of the artist but also the systems they are embedded in. They act as a material reportage, reflecting on consumer culture in public, personal, material, and digital realms.

Text by Julieta Gil